jueves, diciembre 22, 2005

Historias de Nauj: el descubrimiento.

El hombre se despertó sobresaltado. Había tenido una pesadilla horrible, muy vívida e intensa; de esas que, aunque lleves despierto un buen rato, te siguen haciendo temblar.

Estaba envuelto en sudor, el corazón le latía tan fuerte que no necesitaba un estetoscopio para poder oírlo y la misma imagen inquietante le venía a la mente una y otra vez.

Miró a su derecha buscando los números luminosos del despertador, pero no vio nada. Miró al otro lado y allí estaban. Tanteó la mesita de noche hasta encontrar el interruptor y ¡paf!, un breve estallido de luz y luego nuevamente oscuridad.

-- ¡Mierda de bombilla! – musitó.

-- ¿Qué pasa Juan? – La voz venía de su mujer, era su voz, pero las palabras que pronunciaba eran totalmente incomprensibles. Sonaban de una manera extraña; familiar, aunque no sabía determinar a qué le recordaban exactamente.

-- ¿Qué has dicho? – Juan posó la mano sobre el costado de su mujer y le habló muy bajito.
Su mujer abrió un poco los ojos, comprobó que, efectivamente, era Juan quien estaba acostado a su lado y volvió a cerrarlos.

-- Juan, duérmete, no entiendo nada de lo que dices. Mañana me lo cuentas, ¿vale, amor?.

Una ola de nerviosismo empezó a invadirle. Notó los latidos palpitando cada vez más fuerte en sus sienes. Ahora sabía a qué le recordaba: sonaba como un disco reproducido al revés.

-- ¿Pero qué…?, ¡voy a levantarme!.

Se levantó de la cama totalmente a oscuras y salió de la habitación. Se dirigió hacia el cuarto de baño de forma automática, recorriendo el pasillo con los ojos cerrados por el sueño, como ya había hecho infinidad de veces anteriormente. Pero al girar a la izquierda en el recodo chocó contra la pared.

Nuevamente maldiciones. Esta vez le pareció oír su propia voz, de forma lejana, como un eco escuchado en sueños, aunque con la misma distorsión que había notado anteriormente en su mujer.

Caminó en sentido contrario, con los brazos adelantados para evitar nuevas sorpresas.
Avanzó lentamente hasta la puerta del cuarto de baño, situada nuevamente justo en el lado contrario al esperado, y se acercó al lavabo.

Ya con los ojos abiertos, intentando acomodarse a la oscuridad, empezó a protestar:

-- ¡Joder!. ¡Vaya caraja que tengo esta mañana!.

Otra vez, oyó como se repetían sus mismas palabras, esta vez menos distorsionadas. Provenían del espejo.

Encendió la luz y allí estaba: su reflejo lo miró con sus mismos ojos somnolientos.

Volvió a hablar. A medida que se acercaba al espejo la distorsión iba desapareciendo. Cuando tenía la cara casi pegada su voz y la del espejo sonaban casi como una sola.

Se miró detenidamente. Entonces se dio cuenta: algo no encajaba. Efectivamente, el del espejo era él, pero… ¡al revés!. Es decir, no invertido como debiera aparecer, sino como realmente era él.

Y lo recordó de repente. Su sueño saltó a la gran pantalla, cogió palomitas y se acomodó en la butaca para ver la película: un dolor absolutamente desgarrador producido por el hecho de estar siendo vuelto del revés por una mano invisible…Volvió a la realidad.

-- ¿Quién eres?, ¿qué quieres?, ¿por qué …?

-- ¡Espera, espera!. Me llamo Nauj, y yo podría preguntarte exactamente lo mismo.

-- ¿Cómo has llegado ahí?, ¿o yo aquí? –preguntó Juan.

-- No lo sé – respondió Nauj. Sus caras seguían pegadas. – Sólo sé que estaba durmiendo y tenía el mejor sueño que recuerdo en años: una sensación increíble. Me sentía tan bien que casi me dolía. Entonces desperté y aquí estoy.

Juan se quedó pensativo durante un instante.

-- Nos hemos cambiado, ¿lo sabías?. Tú estás en mi sitio y yo en el tuyo– dijo Nauj. Juan lo miró fijamente.

--¿Por qué crees que ha podido pasar? – preguntó Nauj.

-- ¿Por qué?. Ni tan siquiera estoy seguro de que esté pasando realmente. ¡Joder, estoy hablando sólo!, o a mi reflejo, o a los dos… ¡Dios!, reconozco que estoy pasando una mala racha, pero esta es una extraña forma de manifestarse, ¿no te parece?.

-- No lo sé – respondió Nauj – yo estoy en mi mejor momento y creo que nunca me he sentido como tú. ¿A qué se debe tu mala racha?.

-- A lo típico: trabajo rutinario, vida rutinaria, … todo lo que hago está previamente pensado y planificado. Siempre lo mismo, … La verdad es que me siento como los hamsters que hacen girar la rueda de su jaula: siempre corriendo, pero siempre en el mismo sitio. Casi todas las noches me acuesto pensando si no habría nada que yo pudiera hacer para cambiarlo.

-- Mi vida es todo lo contrario – añadió Nauj. – Eso significa que tú y yo, siendo la misma persona, somos complementarios.

-- Sí, creo que tienes razón – afirmó Juan-- Es más, creo que es fantástico, porque para poder conocerme mejor y empezar a cambiar, sólo tengo que hablar contigo, es decir, conmigo…Bueno, ya me entiendes.

Nauj soltó una carcajada, -- Bueno, ya sabes. Dicen que nunca se termina de conocer a una persona…

-- Sí – dijo Juan, -- ni siquiera a uno mismo.

NauJ sonrió, se dio la vuelta y comenzó a salir del cuarto de baño.

-- Creo que por hoy está bien, ¿no te parece? – su voz ya aparecía algo distorsionada – Lo mejor será que nos vayamos a dormir, que mañana hay que trabajar, ¿verdad?. Y si necesitas otra vez a alguien con quien hablar, ya sabes dónde encontrarme.

Y desapareció por la puerta al mismo tiempo que él.

Juan lo seguía en su mente. Se imaginaba cómo se alejaba al mismo tiempo que él, recorría el mismo pasillo en sentido contrario, atravesaba las mismas puertas y acababa envuelto en las mismas sábanas.

Vio cómo el sueño se apoderaba de Nauj, cuánto le pesaban los párpados y, en un instante que resultó imposible determinar, un placentero fundido en negro terminó con sus dudas…y volvieron a unirse.

Efectivamente, nadie conoce realmente a nadie…Ni siquiera a nosotros mismos.

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